A mediados del siglo XVII Inglaterra intentó buscar parte de estos recursos en las 12 colonias norteamericanas aplicando la doctrina mercantilista en las mismas, de esta manera buscaba convertirlas en pagadoras de impuestos, proveedores de materias primas y en clientes de la producción inglesa. Esta política cercenaba las aspiraciones norteamericanas de crecimiento económico y autonomía política.
Los colonos estaban empapados en las ideas de la Ilustración de Soberanía popular o potestad del pueblo para gobernarse a sí mismo, el derecho a la libertad, la igualdad, a la propiedad, de la división de los poderes en legislativo, ejecutivo y judicial.
Conocían también la teoría del liberalismo económico que se empeñaban los ingleses en aplicar.
Aunado a los deseos de aplicar las nuevas doctrinas, los norteamericanos no estaban dispuestos a pagar impuestos pues alegaban que ellos no tenían representación en el Parlamento inglés que hablara y defendiera sus derechos.